miércoles, 3 de agosto de 2011

capitulo 18: tu salvación.

como estan todos?! bueno he estado escribiendo este capi dia y noche, me he trasnochado y he hecho de todo para escribirlo. incluso escuche the fray y saving abel para inspirarme durante las ultimas fases del capi. entonce bueno. solo espeor que les guste y que puedan dejar un coment por mas pequeñito que sea.

los quiere muchisimo ~risa~




-¡BART!- grite asustada respirando con dificultad.

Un vuelco en mi estomago me hizo querer vomitar, las nauseas que sentía eran incontrolables, así que me encorve y vomite al lado de la cama en un piso de mármol.

Sentí unas manos pequeñas que sostenían mi pelo con delicadeza, y éstas eran acompañadas por unas mágicas voces amables y tranquilizadoras.

-tranquila Sophie, respira profundo- musitó una niña a mi lado que sostenía con fuerza mi mano.

Cuando mi cuerpo se había quedado oficialmente sin proteínas ni carbohidratos dejé de vomitar y volví a acostarme.

la sensación de que algo malo ocurría seguía asechándome en algún rincón de mi mente, no podía evitar cerrar los ojos y continuar observando ese rostro perfecto mirándome mientras sus labios se abrían y cerraban articulando palabras que no podía escuchar.

Abrí los ojos de nuevo esta vez encontrándome con dos rostros, uno tan parecido como el otro.

-hola- dijo el niño sonriendo mientras me limpiaba las comisuras de los labios con una servilleta mojada.

-Lucien- musité.

-¿Cómo estás?- dijo el niño adoptando una mirada compasiva en sus ojos.
-supongo que bien- encorvé los hombros con aire despreocupado, pero la verdad era que me sentía… triste.

-¿Dónde está Bart?- les pregunte escudriñando sus rostros muy atentamente.

Pero lo que encontré en ellos, no me dejó mucho más tranquila. Al contrario, cada segundo estaba más convencida de que algo malo había ocurrido.

-llamaré a alguien para que limpie esto- dijo la niña, en cuyos rasgos encontré el nombre de Amethyst. Los ojos rojos de la niña miraron a su gemelo con tristeza… ¿porque había tristeza?

Me lleve la mano al pecho, estrujando el camisón que alguien me había puesto.

Dolía, dolía mucho. Pero ¿Por qué?

-¿Dónde está Bart?- le repetí a Lucien una vez que Amethyst nos había dejado solos.

-el… el está muy mal Sophie… bueno, según lo que nos dijeron- fue lo único que pudo decirme.

Después de varios minutos, una mujer entro en la habitación y limpio el desastre que había ocasionado al levantarme. Le ofrecí mis disculpas por tener que limpiar tan grotesco escenario pero ella solo mantuvo una sonrisa en su rostro y, dejando un aire de que todo-estaba-bien en la habitación –aunque en realidad no lo estaba- se fue.

Amethyst había vuelto a mi lado, y me había mencionado que el Arcángel Uriel quería verme.

Me recosté y cerré los ojos esperando la llegada de Uriel, pero mientras descansaba no podía evitar pensar en que había ocurrido con Bart. Sentía que necesitaba mi ayuda de alguna forma.

Pero no sabía cómo llegar a él.

Por la puerta blanca, entro la mujer que había visto un par de días atrás. Ella hizo una leve reverencia y yo asentí con la cabeza, correspondiéndole el gesto.

-parece haber pasado años desde la última vez que te vi, querida Sophie-

-lo mismo digo arcángel Uriel- respondí poniéndome en pie, o por lo menos intentándolo, pues al apoyar mi peso en las piernas sentí un dolor agudo en el costado.

-oh por favor, aun estás muy débil para ponerte en pié- reclamó Amethyst que enseguida me ayudó a acostarme de nuevo.

-mañana es la ceremonia electiva- dijo Uriel con dolor en su mirada, seguramente por ver como casi me desplomaba. –necesitamos que estés consiente de la decisión que vas a tomar, además, debes concentrar todas tus energías en sanarte- sonrió de un modo maternal.

-está bien, lo hare- le dije relajándome aun mas en la cómoda almohada en la que tenia apoyada la cabeza.

Cuando Uriel estaba a punto de retirarse, le llame y ella se dio la vuelta.

-¿saben algo de Bart?- ella, a juzgar por la expresión que adoptó, había estado rezando para que no le preguntara sobre él.

-¿recuerdas a Adam? el nos conto que Bartholomew, a un segundo de perder contra Nith, desapareció sin dejar ningún rastro. Fue cuando nosotros, los arcángeles, llegamos y los trajimos a ustedes tres a este lugar- dijo sentándose al pie de la cama –pero Sophie, el está con Raphael, en alguna parte de esta mansión. Recuperándose…- la tristeza se notaba en sus ojos, como si todo lo que estuviese presintiendo fuese lo correcto. Bart se encontraba muy mal y no podía estar ahí para él.

-¿Dónde están Mitz y Nith?- pregunte, acordándome de pronto de todo lo que Mitz me había revelado durante nuestra breve conversación.

-ellos no volverán a molestarte Sophie, de eso puedes estar segura- lo dijo con tanta fuerza que le creí de inmediato, pero aun me encontraba preocupada por el paradero de Bart.

-mis padres no son los responsables de todos los malos acontecimientos sucedidos en el cielo. Mitz y Nith se habían disfrazado de sus rostros para culpar sus nombres… mis padres no son culpables de nada…- ahogue un sollozo antes de dejar de hablar. Sentía que todos los malos sucesos se agrupaban para obligarme a llorar.

Note en el rostro de Uriel la sorpresa que le había ocasionado mis palabras.

-vaya, eso cambia las cosas- se quedó un rato pensando y luego volvió a mirarme –ahora los días de Mitz y Nith estarán contados y descuida, los nombres de tus padres serán recordados como leyendas que trajeron al mundo a la niña del quinto elemento-

Asentí con la cabeza y luego baje la mirada.

-hasta pronto Sophie- oí decir a Uriel antes de cerrar la puerta.

-Em Sophie, deberías descansar… tu herida se ve muy mal todavía- dijo Amethyst mientras levantaba el camisón que traía puesto para observar la herida que había sido causada por la daga de Deo. Me di cuenta que alguien se había encargado de cubrirla con una venda pero de ésta comenzó a brotar ese líquido espeso que tanto me mareaba. –Tus puntos se han abierto Sophie, eso pasa por haberte esforzado más de lo que debías- espetó Amethyst molesta.

-lo siento, pero tú nunca me dijiste nada- dije en mi defensa a lo que ella me miro con una mirada de niña que no se sale con la suya y luego salió de la habitación. -¿Qué sucede con ella?- le pregunté a Lucien que miraba la venda adosada a mi piel. Cuando le hable, éste levanto la mirada.

-con el poco tiempo que me ha llevado conocerla siento que es de ese tipo de hermana que quiere controlar todo y pretende hacer todo a la perfección, pero además también se que sabe muchas cosas, como si fuese una enciclopedia parlante- me reí levemente ante el termino que había empleado.

–A pesar de todo… me gusta que sea de ese modo- se encogió de hombros y siguió mirando mi herida con una chispa curiosa en sus ojos. –ah sí, por cierto, deberías hacerle caso con eso de dormir un rato, ya sabes, para descansar-

Deseé que no hubiera pasado nada grave entre Amethyst y yo pues no quería alejarla. Pensé en esto mientras cerraba los ojos y poco a poco me dejaba llevar por el sueño que de repente comencé a sentir.






Las flores que nacían del suelo, rosaban mis piernas desnudas. Saludándome después de haber estado tanto tiempo lejos de esa tierra que consideraba mía.

Notaba como unos rizos dorados, gráciles y bellos, caían por mi espalda mientras ondeaban con el viento.

Sabía donde me encontraba y sabía que mi cuerpo había cambiado a ser el de una niña.

Sonreí ante la idea.

Corrí hacia ningún lugar en específico sintiendo la libertad en mis músculos.

A mi lado, algo se empezó a mover siguiendo mis pasos.

Mire a esa cosa extraña, pero en realidad, ya sabía quién era.

Sus ojitos azul blancuzco me miraron sonrientes. Y su pelaje blanco se detuvo al mismo tiempo que su cuerpo lo hizo.

-Bart- susurré deteniéndome ante él. -¿Por qué te has ido? ¿Por qué no estás conmigo?- pregunte aun con mi voz chillona.

El conejo levanto una pata y en menos de un parpadear su cuerpo animal ya había adoptado su forma humana.

Sin darme cuenta, yo también había vuelto a mi forma habitual.

-oh Bart- exclame corriendo a sus brazos. El me rodeo sin pensarlo, me apretaba contra su pecho, era una sensación sumamente hermosa.

-Sophie, tus padres…- dijo separándose solo un poco para mirarme a los ojos.

-ya lo sé- le interrumpí.

Sus hermosos ojos azules me miraron con sorpresa y luego se dispuso a rodearme de nuevo con sus brazos.

-lo siento tanto Sophie, nunca quise dejarte, siempre intente estar a tu lado pero al parecer mis tontas capacidades de semi-angel no bastaron para protegerte. Fui un idiota al creer que si-

-no Bart, no te culpes, todo esto no ha sido culpa de nadie. Pero más importante, ahora todos estamos a salvo, ¿no es así?- dije con tono sereno, feliz de que ahora todo estaría bien.

Pero mi alegría no duro al escuchar el silencio que se formo al abandonar mis últimas palabras.

-¿Qué ocurre?- pregunte deshaciendo el abrazo que habíamos formado para mirarle los ojos mientras respondía.

-bueno… Sophie, no podre seguir siendo tu guardián-

Bajó la mirada… parecía triste.

-no lo entiendo, ¿Por qué?- él en respuesta alargo una mano para tocar mi mejilla, pero yo retrocedí un paso, impidiendo ese contacto.

-Sophie… nunca te lo he contado, pero… estoy enfermo, es una enfermedad incurable que he mantenido bajo control hasta el día de ayer cuando fui a salvarte. Yo… en este momento me encuentro con el arcángel Raphael. El está haciendo todo lo posible por salvarme la vida pero sé que no podré volver–

-¿a qué te refieres con eso?- exclamé ahogando un sollozo.

-Sophie, moriré muy pronto-

Era todo. Esas eran todas las palabras que necesitaba para derrumbarme.

-no… mientes- dije mientras me tumbaba al suelo con lágrimas en los ojos. Me di cuenta que Bart se acercaba lentamente.

-mi Soph, no estoy mintiendo – me acaricio la mejilla y luego roso mi mandíbula aplicando la suficiente presión para que alzara el rostro y le mirase.

-debe haber una solución para esto- dije sosteniéndole el brazo con el que me tocaba la cara.

Sus ojos se llenaron de tristeza.

-Raphael es el amo de todos los métodos curativos que hay en este mundo y creéme Sophie, no hay ningún remedio-

-no… - sollocé.

-Sophie, hay algo que siempre he querido decirte y nunca he tenido la oportunidad- abrió la boca para continuar pero yo puse un dedo en sus labios para evitarlo.

-no lo digas aun. Tú no morirás, yo me encargare de eso. Después de todo, soy el quinto elemento, la cosa más poderosa que hay en este mundo- en cuanto dije esto me acerque y deposite un beso en su mejilla. El se quedó atontado mirándome y levantando una mano para tocar el lugar donde mis labios habían estado.

-encuéntrate conmigo aquí dentro de dos horas. Pensaré el modo de curarte y ya verás que todo estará bien- antes de que pudiera protestar y detenerme, yo cerré los ojos.






Le conté la historia de Bart a Lucien y a Amethyst quienes se miraron entre sí como queriendo descubrir la respuesta en la mirada del otro.

-entonces… ¿me ayudan?- ambos asintieron con la cabeza de una manera enérgica.

Según lo que me dijo Lucien, Amethyst había regresado segundos después de que me había dormido. Ambos me contaron que me habían anestesiado para coser de nuevo mi herida sangrante.

-juntos tenemos mucho poder, pero lamentablemente no podremos darle provecho a menos de que tú seas un ángel completo. Siendo semi-angel no serias capaz de contener completamente un poder tan grande y de un modo irremediable, te mataríamos sin quererlo- dijo Amethyst quien no se había soltado la barbilla desde que había terminado de contar mi historia, lo que le daba un aire pensativo.

-¡genial! Una hermana genio- dijo Lucien abrazando a Amethyst mientras me lanzaba un guiño. Amethyst soltó un grito y se soltó rápidamente del agarre de su gemelo.

Si mi circunstancia hubiese sido otra… una menos tensa, quizá hubiese reído ante la escena de los gemelos, pero en ese momento no hacía más que pensar en Bart.

-entonces… si mañana en la ceremonia electiva escojo ser ángel, ¿tendría el suficiente poder para salvar a Bart?- dije una vez que los hermanos estuvieran dispuestos a escucharme.

-si- respondió Amethyst. Todavía luchando con el repentino cariño que Lucien le demostraba.

De repente Lucien se detuvo y adoptó una mirada extraña en sus ojos. Parecía confundido.

-¿Cuál es el problema Luc?- él alzó la mirada de las blancas sabanas para responderme.

-pero, si tu cuerpo de semi-angel no es capaz de almacenar todo nuestro poder entonces ¿cómo es que lo soportaste cuando estábamos luchando contra Deo?- su pregunta me había tomado por sorpresa, era cierto, como es que no había explotado como dijo Amethyst que pasaría. Por un momento me emocioné al pensar que existía la posibilidad de que Amethyst se encontrara equivocada y que podría ir ya mismo a salvarle la vida a Bart, sin tener que esperar el día de mañana.

Pero su mirada me paralizo.

-es cierto, tu pudiste contener nuestro poder, pero solo fue porque yo me contuve de dar el cien por ciento-

-oh, comprendo- dije decepcionada.

-bueno, ahora que hemos llegado a una conclusión espero que tengas hambre, porque acabe de llamar al servicio para que te trajeran algo de comida- dijo Amethyst acostándose a mi lado, gesto que Lucien imitó.

-la verdad, si, tengo mucho hambre- oí mi estómago rugir, como un eco de mis palabras. Pero entonces, cuando me di la oportunidad de analizar más detenidamente lo que ella había dicho, concluí que quería preguntarle algo.

-oigan, ¿dónde estamos?- ellos se miraron entre sí encogiéndose de hombros.

-solo nos han dicho que estamos en el cielo. En alguna parte… - dijo Lucien con aire despreocupado.

-entiendo- dije jurándome que luego investigaría sobre eso.

De repente la puerta se abrió de golpe, dejando ver un hombre alto con expresión severa. Tenía los ojos de un bello color verde y poseía una barba de pocos días.

-debes ser Sophie- dijo el hombre sin despojar la expresión que tanto me estaba empezando a asustar. Percibí un pequeño estremecimiento por parte de Lucien a mi lado.

-si lo soy, pero puedo preguntar ¿Quién es usted?- le dije incorporándome en la cama y subiendo la sabana con las manos hasta que cubriera mi pecho.

-es Raphael- dijo Lucien tomándome por sorpresa.

-el Arcángel Raphael- corrigió este, mientras daba un paso acercándose al pie de la cama, justo donde antes se había encontrado Uriel.

-quiero que detengas este tonto plan- dijo Raphael mirándome con ojos aun más serios, ese verde que decoraba su iris se veía oscuro, a pesar de ser un arcángel todo en el me daban razones para pensar que era un demonio. Sus palabras además…. ¿Cómo es que descubrió nuestro plan para salvar a Bart?

-escucha. Ya sé lo que piensas sobre Bartholomew y todo eso… no permitiré que te arriesgues de ese modo- espeto clavando sus duros ojos verdes en los míos.

-¿Cómo lo supo? Y ¿a que se refieres con eso de que al continuar con esto me estaría arriesgando? Mis poderes son ilimitados ¿no es así?- el negó con la cabeza mientras cerraba los ojos.

-Bartholomew me lo ha contado…-

-¡¿entonces esta consiente?!- le interrumpí alzando mi voy por encima de la suya.

-no… es un ejercicio telepático que solemos hacer los seres celestiales de vez en cuando- explico mientras esperaba pacientemente a que yo captara la idea, luego volvió a hablar: -por cierto, no vuelvas a interrumpirme, nunca- procure mantenerme callada hasta que el terminara de hablar, no iba a soportar el peso de su mirada de nuevo.

-Sophie, no sabemos como el quinto elemento puede reaccionar dentro de ti. Se necesitan muchas pruebas antes de que lleves a cabo algún acto peligroso como lo es salvar a Bart- reí para mis adentros al recordar que el aun no sabía nada sobre la teoría de Amethyst. Le lancé una mirada por encima de mi hombro y ella lo capto de inmediato.

-Arcángel Raphael, creo que usted está tomando muchas precauciones- comenzó Amethyst, haciéndome sentir orgullosa de su gran sabiduría.

Ella le explicó todo lo que nos había explicado a nosotros y entonces nos dimos cuenta que la expresión de Raphael era más que todo de diversión. ¿Qué acaso le divertía que Amethyst supiera más que él? Si era así, este tal Arcángel Raphael no me estaba cayendo muy bien.

-una niña muy inteligente- dijo mientras se extendía una sonrisa sabia por su rostro. –Deberías acompañarme un día al laboratorio- me di la vuelta para mirar la expresión de Amethyst. Ella se mantenía seria, como lo había estado desde que me desperté en esa habitación por primera vez.

-estoy segura que buscaremos el momento adecuado para eso- dijo ella, cortando la invitación de Raphael.

Entonces decidí hablar.

-usted ha estado con Bart, el mismo me lo dijo. Por favor lléveme con él- mi petición le provoco una leve sorpresa, se paso una mano por los cabellos y luego me miro.

-estaría evitando lo inevitable si no lo hiciera- se encogió de hombros mientras soltaba un suspiro prolongado.

Me puse de pié con cuidado de no apoyarme mucho sobre esa parte del cuerpo donde mi herida todavía se estaba sanando. Le pedí ayuda a Lucien pero cuando escuche el bufido de Raphael ya era demasiado tarde para reclamar lo que estaba haciendo.

-bájeme, puedo hacerlo- le reclame sintiendo un leve dolor en el costado.

-es claro que no puedes hacerlo-

No reclamé más y en vez de eso mire atrás para ver a mis dos personitas especiales siguiéndonos muy de cerca.

Salimos de la habitación y me di cuenta que estábamos en un tipo de balcón, pero más allá de las barandas oscuras talladas delicadamente formando figuras angelicales, toda una sala se extendía por debajo de nosotros. Las paredes se encontraban blancas, pulcras hasta que llegaban a un cierto punto en alguna parte del techo en el que comenzaban a hacer un degradé de colores. Habían montones de ángeles representados en azulejos que cubrían las paredes vacías, muchos de estos ángeles podían estar tanto forjando una espada en el interior de un fuego divino, como luchando contra demonios en una batalla a muerte.

-Wow- deje escapar mientras me dejaba impresionar por la belleza de lo que veía.

Pero entonces me pregunte a que otro lugar iríamos, pues nos encontrábamos en un pedacito de suelo rodeado por barandas. No pasillos, ni puertas a las que dirigirse.

De repente como si Raphael estuviera respondiendo con sus acciones a mis preguntas, el hizo un gesto con la cabeza a lo que las barandas que estaban al frente se abrieron de par en par, como puertas.

El vacio se extendía debajo de nosotros, a penas lograba distinguir el suelo. Pero Raphael aun no había terminado.

Del borde del suelo en el que estábamos, una escalera de peldaños anchos comenzó a formarse y a alargarse mucho más allá.

La escalera mágica, toco la pared del otro lado y ahí mismo se formo una puerta igual a la que teníamos a nuestras espaldas. De manilla de oro y con tallados en su superficie.

Raphael comenzó a avanzar y los gemelos detrás de nosotros le siguieron el paso.

Al llegar a la puerta, mi corazón se paralizo al pensar que no tenía idea de lo que me encontraría en esa habitación.

¿Cómo se encontraría Bart? ¿Estaría muy grave?

No quería imaginar si quiera la respuesta a esas preguntas.

Sentí una gota de agua caer en mi hombro y entonces me di cuenta que estaba llorando. Me limpie las lágrimas rápidamente.

Raphael abrió la puerta, dejándonos ver el interior de la habitación. A nuestras espaldas la puerta en la que me encontraba y la escalera que nos había conducido hasta ese lugar, desaparecieron dejando en su lugar pequeñas esquirlas brillantes.

Todo se encontraba oscuro allí dentro, hasta que nosotros entramos y entonces las luces se encendieron.

Bart, inmóvil en una cama, se mostro ante nosotros.

El pálido brillo de la lámpara que iluminaba la habitación se reflejaba tímidamente en sus cabellos arenosos.

Forcejee con Raphael para que me soltara. Quería estar ahí, con él. Quería sufrir todo lo que él estaba sufriendo, quería sostener su mano y decirle al oído las cosas tan raras que últimamente han estado provocando que mi corazón latiera tan rápido.

-Bart…- dije cuando Raphael al fin accedió en soltarme.

Toqué con la punta de los dedos del pie ese piso que se encontraba tan frio como el hielo. Un escalofrío recorrió mi espalda.

Corrí a su lado, tomando su mano que estaba encima de su pecho.

-¿Cuál es su diagnostico?- pregunto Lucien a mis espaldas.

-a menos de que surja un milagro, el morirá en un par de días- dijo Raphael con un tono triste en su voz.

Nadie dijo nada por un rato, nadie quería decir nada.

Sentía que mi corazón no podía latir más fuerte. El hecho de que no lo volvería a ver… nunca más. Provocaba una adrenalina en mi interior que no podía explicar.

Llore, no se por cuánto tiempo estuve ahí, derramando lagrimas sobre su pecho. Pero nadie me detuvo. No sentía manos sobre mi hombro ni palabras que intentaran calmarme. “mejor así” me dije.

Si alguien llegaba a interrumpir ese momento, creo que mi reacción sería mucho peor.

-Bart- repetí, esta vez ya no lloraba. Había dejado de hacerlo porque me di cuenta de algo. –Yo soy tu cura Bart-

Me gire para encarar a las personas que por tanto tiempo habían estado observándome. Ellos también lloraban.

Amethyst se limpio rápidamente las lágrimas del rostro y luego miro a Raphael quien ya había soplado su nariz con un pañuelo que llevaba en su chaqueta blanca.

-¿nos da permiso entonces?- pregunto Lucien. Sentía que cruzaba sus dedos con la esperanza que Raphael dijera que sí.

-no me perdonaría si Bart muriera… es como un hijo para mí- dijo con un cariño reprimido en sus ojos.

Sonreí y entonces pensé en reunirme con Bart.

Monté mis piernas sobre la cama, y me acurruqué a su lado sin perder el agarre de su mano.

Mi cabeza reposó en su cuello cuando me deslicé hacia la inconsciencia.




Mis dedos jugaban con el agua del rio, la grama me hacia cosquillas en la nariz pero lo que menos quería era reír. Suspire, esperando a que Bart apareciera en alguna de sus formas.

De repente, una mano humana atrapó mis dedos entre los suyos. Sonreí al darme cuenta que un Bart mojado y sonriente había aparecido en el rio, nos encontrábamos tan cerca que podía aspirar su aliento.

-hola Soph- acarició mi nombre mientras lo mencionaba. Nunca me había sentido tan feliz en toda mi vida, a pesar de que este chico estuviese a un paso de la muerte.

Me deje llevar y me lance al agua, con él.

-¿a qué se debe esta repentina alegría?- dijo sonriendo, me di cuenta con tristeza como sus ojos no compartían la alegría de su rostro.

-¿acaso no lo recuerdas?- le dije rodeando su cuello con mis brazos.

-ya no- fingió estar desconcertado por estar haciendo contacto con su cuerpo. Pero yo sabía que no había olvidado nuestra última conversación.

Me acerque a un lado de su rostro llegando a su oído.

-mañana, cuando haya finalizado la ceremonia electiva, tendré el poder para curarte- susurre con una sonrisa en mis labios. Me separe rápidamente para ver su expresión.

-¿Qué quieres decir?- parecía… ¿preocupado?

-bueno, al parecer no puedo utilizar el poder del quinto elemento mientras sea un semi-angel, por lo tanto mañana escogeré ser ángel para curarte Bart- sonreí satisfecha.

-pero…-

-¿pero?- pregunte preocupada, como es que dentro de este plan maestro podía caber un “pero”.

-no quiero Sophie, maldición… no me hagas esto- se golpeó la frente con una mano mostrándome su seño fruncido.

-¿Qué? ¿Hacerte que cosa?- deslice mis manos hasta sus hombros.

-no quiero que tengas que elegir ser ángel solo por mí. Tienes otras dos opciones Sophie, y no soportaría que tuvieras que privarte de los beneficios de vivir esas vidas solo por mí-

-¿eso es todo?- dije levantando las cejas.

Pero el tomó mi rostro en sus manos y clavó sus ojos en los míos con tanta convicción que no pude apartarme.

-ponte en mi posición un segundo Soph, solo un segundo te pido. No quiero tener que vivir mi vida si tú tuviste que verte obligada a renunciar a ser humana-

- pero…- dije mientras mis mejillas se tornaban carmesís - yo no podría vivir una vida siendo ángel, humana o semi-angel sin ti, sabiendo que tuve la oportunidad de salvarte y no lo hice- sus ojos se volvieron dulces ante mis palabras.

Soltó mi rostro y yo nadé lejos de él.

Hacía mucho tiempo que no nadaba, el agua se sentía tan bien con mi piel que no pude evitar suspirar.

Cambie de posición, esta vez mirando al cielo –un cielo hecho especialmente con el empapelado rosa de la habitación que solía tener de niña- y daba brazadas de espaldas.

Disfrute ese paisaje por un momento y luego me mire a mi misma como un ángel. Un ángel de verdad, con alas blancas, largas y hermosas; con poderes celestes…

¿Enserio era tan malo ser un ángel? el mismo Bart dijo una vez que quería ser un ángel completo. Pero sabía a lo que él se refería con eso de que había más opciones.

Ser semi-angel, aunque estuviera viviendo toda mi vida de ese modo. No me llamaba mucho la atención. Quizás porque ya sabía su sabor. Mis poderes eran limitados y mis alas no estarían allí.

Luego quedaba ser humana.

Es algo que siempre supe que era, no tendría poderes, ni alas, sería una vida llena de temores, estaría vulnerable siempre, además no creo que sea una opción siendo la portadora del quinto elemento.

Todo me conducía a que en verdad quería ser ángel.

1 comentario:

  1. BIEN POR TI SOPH!
    hahah de eso estaba hablando!
    tiene que salvar a bart! tienen que etsar juntos y quererse, amarse y ser felices por siempre y jamas@
    hahah este capi me ha sacado algunas lagrimas por que juro que pense que moriria! Oh Risa, como puedes darme semejante susto? pude haber muerto, que no lo entiendes!
    hahah me alegra mucho que hayas publicado Guapa, sabes cuando me gusta leerte!
    esta largo el capi, eh? hahah que bueno que te inspiraste!
    un beso amiga, tkm!
    att
    withney
    soul-littlecorner.blogspot.com

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