domingo, 29 de mayo de 2011

capitulo 16: viaje al cielo



Veía como Raphael terminaba la quinta oración de rastreo y defensa que básicamente consistía en buscar los demonios que estuviesen cerca de nuestra posición o de la de Lucien y eliminarlos por medio de un ataque a larga distancia.

Tras pronunciar tantas veces la misma oración y tras utilizar la misma cantidad de energía durante tanto tiempo, podía sentir el agotamiento de Raphael. Sus ojos arrastraban ojeras enormes y grisáceas, las arrugas que antes parecían bien disimuladas sobre su lisa piel blanca ahora bordeaban sus ojos y su boca, como fieles pirañas que no soltarían su presa. Entonces me di cuenta que no había descansado desde que se había dispuesto a llevar a cabo la defensa, más que agotado debería de estar echado en una cama sin poder mover uno solo de sus músculos.

Al parecer era irrelevante si él era un arcángel, de igual forma la perdida de energía lo estaba debilitando… y muy rápido. Tenía miedo de que en cualquier momento sucumbiera y entonces seriamos un equipo realmente inútil para defender a Lucien contra los pajes del infierno.

Muchas veces me había acercado a él con la esperanza de que aceptara mi ayuda, aunque ya sabía que él no era ese tipo de personas que aceptaban caridad por parte de la gente, pero igual lo intentaba, hasta que en esta ocasión, cansado de todo el embrollo que se había formado le toque el hombro y bruscamente lo jale para atraerlo. El en respuesta solo se soltó antes de que pudiera mirarlo a los ojos.

-atrás…- dijo entre jadeos.

-Raphael, esto es ridículo, a este paso el mundo se quedara con un arcángel menos.-

-niño, no seas ingenuo, yo nunca moriré- dijo poderosamente mientras sus fuerzas se recuperaban y volvía a juntar sus manos para formular desde un principio esa repetida plegaria.

Miré al cielo, perdiéndome en las pocas nubes que intentaban tapar el sol para el Brasil que literalmente se cocinaba bajo su calor.

Inútil… era la palabra que rebotaba en mi cabeza mientras caminaba para aproximarme a la pequeña estantería donde Raphael había guardado cuidadosamente todas mis pertenencias: mi daga de plata, la espada sagrada que nunca había tenido oportunidad de utilizar, la holgada camisa blanca que Raphael me había regalado y una chaqueta de cuero negro que al igual que la prenda anterior, también había llegado a mis manos como un presente de mi terco amigo.

Me puse la camisa, luego la chaqueta de cuero y me sujete la daga y la espada en el cinturón de mi pantalón.

-no pasemos por esto otra vez- logro articular Raphael desde el lugar que ocupaba dentro del círculo que hace poco yo mismo había formado. Comprendí que me estába observando.

-sabes bien que no puedes seguir con esto, ahora me toca a mí- le dije mientras me volteaba para mirar a la ventana donde anteriormente había observado las nubes del cielo brasileño.

Los quejosos gruñidos de Raphael al incorporarse me distrajeron de mi plan inicial.

-si te vas, solo hará falta alcanzar las próximas setenta y dos horas para que tus alas desaparezcan y con ellas tu esencia angelical, será suficiente para que Sophie se quede sin su guardián- me dijo fríamente mientras, sin salir del circulo, me miraba confiando en que sus palabras me causarían alguna especie de remordimiento. Lamentablemente pude darme cuenta en ese instante que Rapahel aun después de conocerme durante tanto tiempo no sabía cuan impredecible podía llegar a ser.

-nos vemos- le di la espalda, mirando a la ventana mientras levantaba una mano en señal de despedida. Dos pasos me dieron tiempo suficiente para liberar mis alas. Estas no eran las blancas y resplandeciente que un ángel completo poseía, pero aun así, eran muy buenas dándome energía cuando más lo necesitaba y llevándome a las diferentes capas del cielo que el planeta poseía.

Extendí las alas a ambos lados de mi cuerpo mientras me sorprendía del alivio que sentía al hacer esta simple acción.

Por ética, los ángeles teníamos que mantener nuestras alas escondidas, no solo por aquellas personas que lograban captar con mayor precisión los objetivos sobrenaturales sino porque también -y esta razón la escojo como exclusiva escusa para mi especie- me resulta difícil caminar con ellas.

Raphael me conto una vez que sentía esa molesta sensación con mis alas porque la carga de humanismo que poseía mi cuerpo obligaba a mis miembros angelicales a ser impuros.

Escuché unos cuantos gruñidos y quejidos por parte de Raphael pero no me importo ya que para ese momento me encontraba impulsándome fuera de la habitación a través de la ventana.

Di una vuelta en el aire como si de un aeroplano se tratara. Recordé la última vez que me había encontrado volando, era apenas el principio de una aventura. Sophie, en mis brazos, gemía intranquila mientras observaba el cielo transformarse en pequeños jirones de nubes blancas a su alrededor. No había permitido que ella mirara mis alas, no quería que presenciara eso aun, pero me prometí a mi mismo que la próxima vez que la viera, la volvería a sostener en mis brazos como lo hice cinco días atrás y esta vez le confesaría lo que siento por ella… “espero durar lo suficiente para alcanzar ese día…” pensé mientras me deslizaba en el aire a la velocidad que mis fuerzas me permitían.

Para encontrar la entrada al cielo debía concentrarme mucho, en especial cuando mis fuerzas comenzaban a fallar.

Volé aun más alto hasta perder de vista los pequeños pueblos coloridos brasileros que se extendían por debajo de mí, luego cerré los ojos y concentre mis pocas energías en buscar la esencia del portal.

Imagine el cielo que se extendía detrás de mis parpados cerrados, imagine las nubes y donde se encontraba el sol. Entonces una franja violeta, brillante y delgada surgió de la nada y comenzó a guiarme. La seguí por unos minutos hasta que se detuvo al atravesar una gran nube de color naranja por el reflejo del sol.

Mientras atravesaba el cielo en una postura vertical, fui capaz de abrir los ojos y darme cuenta que a mis costados unas hermosas aves blancas con colas largas y coloridas me miraban con una sonrisa disimulada en el pico.

No eran aves terrenales sino aves del cielo las que tenía en frente. Se les aparecían a los visitantes para darles la bienvenida y ofrecerles la primera sonrisa que verían.

Pero a veces cuando esos visitantes tenían malas intenciones las aves del cielo lo detectaban y en ese mismo segundo se transformaban en una bestia alada vestida de fuego, letal en todos los sentidos, dispuestas a atrapar y matar al intruso.

Les sonreí mientras dejaba que me llevaran al pueblo del quinto cielo, donde se supone que se encuentra la mansión de los padres de Sophie.

Transcurrido un segundo de silencio delante de mí, se dejo mostrar el pueblo del quinto cielo. Un lugar al que nunca había llegado pero que me hechizo con su belleza en el momento que mis ojos se posaron sobre sus calles pálidas, sus casas unicolores y esos amigables ángeles con sonrisas blancas adosadas a sus rostros.

No había tensiones ni peleas, solo amor y abrazos. Esto era el propio concepto del cielo.

Sonriendo me dirigí a la primera hilera de casas que encontré. Me habían dicho hace mucho tiempo que estaba prohibido volar en los pueblos del cielo a menos de que fuese una urgencia y eso era algo realmente raro. Así que apenas mis pies tocaron el suelo mis alas se escondieron debajo de mi piel.

Los ángeles que estaban más cerca de mí, se amontonaron para recibirme y darme una cálida bienvenida. Muchos me estrecharon la mano y otros se quedaron apartados mientras sonreían y veían una acción que seguro había ocurrido innumerables veces en el pasado.

Una niña pequeña se me acercó por la espalda y jalo de mi chaqueta negra con una fuerza digna de su estatura. Me di la vuelta para encontrarme con su inocente y joven mirada.

-¿necesitas un guía?- me pregunto sonriendo. Por ilógico que pareciera prefería que esa pequeña con sonrisa angelical, de cabellos blancos y vestido plateado fuera la que me llevara hasta Sophie y no todos los demás extraños que se encontraban a mi alrededor. Ella me daba confianza.

-Sí, gracias- a penas dije esto, los ángeles que me rodeaban fueron volviendo a lo suyo uno a uno.

-¿A dónde quieres ir?- me pregunto la niña con una hermosa mirada.

-¿conoces la mansión de los Dahl?- sabia que la respuesta seria afirmativa, todos los habitantes debían conocer esa gran casona.

En cuanto se dio la oportunidad de asentir, sus pequeños pies se encaminaron calle arriba.

La seguí desde una distancia prudente por unos treinta minutos hasta que un suspiro profundo me hizo parar.

La niña delante de mí también se había detenido, es más, de ella había salido ese suspiro que hace unos segundos había oído.

-¿Qué sucede?- le pregunte algo preocupado mientras me adelantaba unos pasos y extendía una mano hacia ella.

-llegamos- dijo en respuesta con otro suspiro intercalado en sus palabras.

Mire más allá de sus blancos cabellos hasta encontrarme con una enorme muralla de paredes resplandecientes.

Detrás de esa muralla se encontraba Sophie. Pero el único modo visible de entrar, era esa gran puerta que estaba siendo vigilada por unos ángeles armados y enormes.

-supongo que no eres uno de esos que vienen a pedirles propuestas a los Dahl, ¿no es así?- dijo la niña mientras me miraba con ojos intrigantes.

-me descubriste- le dedique una amable sonrisa.

-entonces permíteme ayudarte a encontrar el otro modo de entrar- me tomó por sorpresa su propuesta pero definitivamente era algo que no podía rechazar.

-está bien, pero si vas a ayudarme tengo que saber tu nombre- ella me devolvió una sonrisa antes de responder.

-soy Crysal-

-muy adecuado- dije sintiéndome pequeño con mi tonto nombre humano.

-sí, lo es, todos los ángeles por aquí tienen ese tipo de nombres- ella volvió a sonreír y luego se dedico en buscar algo en los bolsillos de su vestido.

De ellos saco una especie de bolsita marrón y desgastada que parecía llevar algo pesado en su interior.

-mi tía confecciona piedras secretas, ella no es muy buena pero siempre hace lo que puede. Hace unos días me entrego esta…- comenzó a destapar el bulto marrón que tenía en la mano, lo primero de lo que me di cuenta es que dicha piedra irradiaba cierta luz rosada, mágica por donde quiera que se vea. –Según ella, es una piedra especial de transportación- continuó Crysal apretando la piedra de brillo rosa contra su pecho.

-¿y crees que funcione?- tuve que preguntar, solo para estar seguro.

-nunca la he utilizado, pero mi tía piensa que con ella, el usuario puede llegar al destino que desee, no importa si se trata del planeta Marte o del mismísimo infierno, basta con sostener la piedra y desear a donde se quiere llegar-

-entiendo- le respondí mientras volvía a mirar la muralla blanca que se extendía ante nosotros.

-entonces, ¿quieres intentarlo?- Crysal parecía estar consciente de que una vez que la piedra estuviese en mis manos ella no podría volverla a ver en un tiempo. Yo desaparecía con la piedra y quien sabe cuando se la pudiese devolver. –Está bien, mi tía tiene muchas más y además tu en verdad la necesitas- una sonrisa se me extendió por el rostro al oír aquellas palabras.

-gracias Crysal- ella sonrió y me entrego la piedra. Esta se deslizo en mis dedos y llego hasta mi palma como una pluma que toca el agua.

Le lance una última mirada y luego hice lo que ella me indicó. Apreté la piedra contra mi corazón y suavemente serré los ojos.

La imagen de Sophie me vino a la mente.

Una Sophie callada.

Una Sophie sonriente.

Una Sophie molesta.

Una Sophie hermosa.

Mi Sophie estaba en algún lugar de esa muralla y era hora de que su guardián la rescatara.

viernes, 20 de mayo de 2011

19 de febrero del 2011 - DCN

ya se ya se, este mes no debo publicar nada y se supone que tengo que estar estudiando pero es que la tentacion es demasiado grandee!! asi que aqui les estoy dejando un capitulo de diario de una chica normal DCN que ya tenia bastante olvidada esa historia.

espero muchisimo que lo disfruten y que puedan comentar (: hasta pronto!




Hoy vi los ojos de Barton mientras comíamos. Ya se había enterado de lo que ocurrió en la fiesta de Nayla por lo tanto estaba muy molesto.


Tenía una mirada fría, como si planeara hacer algo.

-¿en qué piensas?- le pregunte esta tarde.

-no entiendo cómo te pudieron hacer eso- me dijo mientras negaba con la cabeza y cerraba los ojos.

-está bien, fue solo una jugarreta, además estoy bien- le había contestado para que se calmara.

-pero es que tu siempre dices lo mismo, que no te importa, que todo está bien, ¿es que nunca te cansas?- me había dicho mientras me tomaba una mano y la apretaba con fuerza.

Pero yo no quise continuar con todo eso así que solo le dedique una dulce sonrisa y me fui de nuestra área de almuerzo.

Se calmaría. Siempre lograba calmarse antes de volver a verme.

No sabía cuan equivocada me encontraba hasta que lo vi en la salida con una cara contraída por el disgusto.

-oh por favor Barton, no hagas esto- le había dicho luego de acercarme lo suficiente como para que mi voz se escuchara.

-¿hacer qué? ¿Disgustarme porque mi mejor amiga permite que los demás le arruinen la vida y además ella misma está feliz de ese hecho? creo que tengo mucho material para reclamarte un poco de compasión por tu propio cuerpo- el me miro con esos ojos confundidos que siempre solía adoptar cada que hablábamos de mi situación.

-tú no entiendes…- le dije a sabiendas de que él no se quedaría con ese inútil par de palabras.

-pues al pareces obviamente no entiendo. No entiendo por qué te dejas hundir An. No lo entiendo…- hizo una pausa mientras respiraba profundamente y trataba de recuperar la compostura. Pero claramente era algo que no podría llevar a cabo.

-¿crees que no es difícil Barton?- le pregunte en aquel momento cuando mi corazón ya se había cansado de escuchar lo mismo viniendo de sus labios una y otra vez -¿crees que no me duele que mis padres, mis hermanos y mis compañeros de clase se burlen de mi? pues si… me duele, me duele y mucho. Pero no puedo hacer nada, solo esperar que algún día la situación cambie y yo no sea la que este llorando en un rincón mientras ellos gozan de su vida sin kilos extra- él se había quedado callado con lo que le había dicho, ahora que lo pienso, seguro jamás habría imaginado que de repente hablaría de un tema tan privado, pero si me daba pie para seguir con esta conversación no resistiría y sacaría todo lo que tenia dentro.

Eso nunca ocurrió.

En el momento menos esperado, Barton se acerco a mí y me abrazo como lo habría hecho mi madre si yo hubiese sido una niña normal, como lo habría hecho mi padre si supiera lo mucho que sufro, como lo habrían hecho mis hermanos si estuviesen pendientes de mi vida. Pero nada de esto era real y por eso fue que mis manos se alzaron en el aire para descansar en la espalda de mi amigo, mientras yo, con lágrimas en los ojos, apoyaba mi cabeza en su hombro, tan solo deseando que esa conexión nunca se rompiera.

Ese fue el fin de nuestra incomoda conversación. Luego de eso Barton me llevo a mi casa pues a mi madre se le había olvidado nuevamente ir a buscarme.

En su sofisticada camioneta, lo máximo que habíamos llegado a decir fue nuestra opinión sobre el baile de graduación, solo en ese momento fue que me di cuenta de lo cerca que se encontraba el fin de clases.

Tendría que decidir una carrera y me iría a la universidad.

Dejaría a la academia Air-Lost atrás, pero, nadie me aseguraba que lo mismo que he estado viviendo por tanto tiempo no continuara en la universidad.

Si, la gente madura, pero hay personas que solo les importa la apariencia y nada más.





Llegamos a mi casa y Barton me dio un pequeño beso en la mejilla como despedida.

Sus ojos seguían tristes pero no dejaba que su rostro demostrara su desdicha.

Hoy nadie estaba en la casa, lo cual me parecía un tanto raro. Vine a mi habitación hace ya media hora y la casa se siente vacía sin ninguna voz que la contenga.

Me pregunto dónde estarán todos.

Bueno, supongo que mañana las cosas mejoraran.

domingo, 15 de mayo de 2011

por un mes

asi es, tal como lo leyeron en el titulo, no publicare nada hasta dentro de un mes. Es que en un mes se terminan las clases y mientras tanto nos tienen haciendo examenes cada cuatro horas (sin exagerar) entonces tengo que estar bien enfocada y sacar muuuy buenas notas para pasar el año.

bueno una cosita que les queria decir, es que ya saben que tengo una encuesta que ha estado ahi desde la creacion de este blog y ya van varias personas que han votado por que no les gusta este blog o la forma en que escribo cosa que me pone algo triste, pero entonces me puse a pensar y asi llegue a la conclusion de que nueva gente esta llegando a este blog y no solo es "nueva gente" sino que tambien es gente que habla ingles o algun otro idioma y que a penas ven que escribo mucho entonces le dan a NO ME GUSTA  puede que esa sea una causa o todavia este en estado de negacion. el caso es que voy a abrir otra encuesta para comenzar de cero (:

algo mas, y es que saben que muchas escritoras especiales me han pedido que pasara por su blog pero la verdad como no ando con nada de tiempo solo puedo leer pequeñas partes de lo que cada quien escribe, sin dejar comentario ): pero hoy intentare pasar por todos esos blogs que he tenido olvidados y a ver si comento aunque sea para saludar.

por ultimo quisiera pedirles mas comentarios, porque ustedes son los que me inspiran y eso es algo de lo que me acabo de dar cuenta, es decir ya sabia que ustedes y sus comentarios me impulsaban a mejorar y a seguir escribiendo pero hasta hoy no sabia que me dieran tanta inspiracion. asi que porfa comenten muucho (:

los quiero demasiado a todos. sobre todo a withney que la tengo mas olvidada que a cualquiera. te quiero amiga!



domingo, 1 de mayo de 2011

capitulo 15: fusión.

les traigo un nuevo capi, es uno de los ultimos por eso me estoy tardando tanto pues quiero que la idea sea perfecta. bueno aqui les va, espero que me puedan comentar.




¿Oscuridad? ¿Frío? ¿Era esto lo que sentía?

No… ahora era diferente. Hace un momento me encontraba sucia y vulnerable. No veía nada más que oscuridad. No tenía salvación. O al menos eso era lo que creía.

El frio quedo a un lado para dar paso a la calidez, la luz y la seguridad. De repente había quedado envuelta por un dulce manto y ahí en frente, entre toda esa luz, entre todo ese calor y toda esa extraña penumbra cálida. Una mano se extendía, esta no pretendía ser tétrica o rara, todo lo contrario. Era como ver la propia mano de dios.

Me le quede mirando, extrañada, asustada. No sabía lo que debía hacer.

Sin pensarlo, sin ni siquiera estar consciente de lo que estaba haciendo, me acerque a la mano extendida para luego tomarla y dejar que esos pálidos dedos masculinos me sostuvieran y me permitieran sentir algo de seguridad.

Un rostro, pálido pero hermoso me miraba con una sonrisa de labios delicadamente rojos y dientes blancos y perfectamente alineados. Su mano, fuerte, poderosa, solo necesitó de un pequeño esfuerzo para atraerme a su cuerpo.

De repente me di cuenta de que me llevaba por lo menos tres cabezas. Y de que su aroma era igual al de un clavel.

-mi… Charlotte- susurro, mirándome con ternura, acariciando mi rostro con la mirada y permitiéndome apreciar el amor que ese extraño sentía por mí.

Pero pronto comprendí que él no era solo un “extraño” más.

Esos ojos grises, ese rostro perfilado que contrastaba tanto con su cabello dorado, todo parecía tan… tan igual a mí.

-padre- respondí con una sonrisa.

El también sonrió, con amor, con ternura y belleza. Me pareció la más hermosa sonrisa, la más cálida y brillante que jamás en mi vida había visto.

-muchas cosas han pasado, pequeña- acaricio mis cabellos mientras me decía esto. Como si ahora, todas esas cosas pasadas ya no importaran y ahora todo estuviese bien. Si… lo estaba, ahora todo estaba bien.

-ya eso no importa, lo importante es que estas aquí, y te vas a quedar ¿no es así?-

Esa expresión en sus ojos… ¿por qué había cambiado? Pero no fue él quien me respondió, sino una voz a sus espaldas que me hizo saltar al reconocerla.

-estamos muertos, Charlotte- dijo la voz femenina con un tono triste. –nosotros solo queríamos decirte la verdad de lo que paso hace diecisiete años, pero veo que ya te lo han contado-

Si… me lo habían dicho ya.

-todos estos años… yo siempre pensé que ustedes dos eran los responsables de tanto sufrimiento. Pero ahora me doy cuenta que estaba culpando a las personas equivocadas, fueron Mitz y Nith quienes se mantenían bajo una máscara todo el tiempo, las mascaras que estaban pintadas con sus caras- les dije a ambos.

-lo sabemos, y por eso ellos van a ser castigados. Ya los siete arcángeles están enterados y tu guardián… está esperando por ti- mi padre volvió a darme un abrazo. Luego se separo y me miro a los ojos con una carga de tristeza en los suyos.

-¿Qué sucede?- dije preocupada.

-tenemos que irnos querida- mi madre me respondió mientras se acercaba con elegantes pequeños pasos.

-no… claro que no- le dije, adoptando un tono raro en mi voz, ¿de suplica quizás?

Mi padre se separo de mí tan solo lo suficiente para darle oportunidad a mi madre de compartir un abrazo conmigo. Cuando ella se separo, me miro a los ojos mientras sostenía mi rostro en sus frías manos.

-mi ángel…- sonrió con ternura –cierra los ojos y aspira profundo-

-¿Qué pasara si lo hago?- ella solo deposito un beso en la punta de mi coronilla. Y pronto, hice lo que me ordeno.

Aspire profundamente mientras sentía como mi madre tomaba una de mis manos, la otra era abrazada por una mano grande y dura pero delicadamente paternal.

-siempre estaremos contigo- dijeron ambos al mismo tiempo.

-y pase lo que pase en la ceremonia electiva, estaremos siempre orgullosos de ti- mi madre me había presionado ligeramente la mano al decirme esto, y aunque fue un acto simple pudo trasmitirme la confianza que necesitaba para seguir con todo ese asunto.

-te amamos- volvieron a entonar ambos al unísono.

Y después de un segundo de silencio, deje de sentir sus manos en las mías. Ahora había entrado de nuevo al frio y a la oscuridad.

Me obligue a mi misma en abrir los ojos y cuando lo hice, no podía creer lo que tenía en frente.

Estaba en la misma habitación de antes. Pero Lucien y Amethyst ya no sostenían mis manos, no se encontraban en ninguna parte.

Deo estaba en el piso enfrente de mí, con un charco de sangre en el piso y con las manos en la nariz. Alguien se la había roto, eso era obvio.

Mitz y Nith se encontraban lo mas pegados a la pared contraria de lo que podían ser capaces. Mitz estaba detrás de Nith, y lo único que se veía de ella eran los ojos verdes de mi madre que se prestaban al terror que, por alguna razón, sentía Mitz. Nith tenía los brazos extendidos delante de Mitz en plan de protegerla de lo que fuera que estuviese sucediendo en esa habitación.

Yo también estaba extraña. Me sentía alta, esbelta… fuerte. Mis manos, algo pasaba con ella. Estaban ardiendo, al igual que mi pecho. Me ardía, me quemaba. Estaba sofocándome y tuve que inhalar y exhalar fuertemente para expulsar un poco el dolor, pero no funciono.

Deo levanto el rostro y me miro con los ojos achocolatados de un amigo perdido. Su rostro estaba cubierto por un velo de incredulidad. Me acerque un paso hacia el, pero el perdió el equilibrio y cayó de espaldas en el frio mármol levantando una mano para cubrirse el rostro. Estaba asustado, pero ¿Por qué? Hace un minuto yo era la que le tenía miedo a él, no al revés.

¿Qué había ocurrido mientras estaba en mi trance?

Una mano se poso sobre mi hombro y en ese momento pegue un salto mientras me giraba y asestaba una puño en el estomago de esa persona.

Rápidamente me di cuenta de que me había saltado la presencia de alguien. Adam no lo había visto porque se encontraba a mis espaldas. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Por qué le había dado semejante puñetazo?

El niño de quince años se encontraba doblado a la mitad mientras soltaba una maldición y algunos gemidos de dolor.

-oh no, lo siento mucho Adam, yo no quise…- dije acercándome a él. Me arrodille y le mire el rostro contorsionado por el dolor.

-está bien, solo acaba con ellos- dijo entre jadeos, luego abrió un ojo y me dio una sonrisa para infundirme valor.

-¿Qué acabe con ellos?- estaba confundida, ¿Qué estaba pasando aquí?

Pero Adam me despojo de toda duda al pasarme una pequeña medalla que sostenía el uniforme negro que traía puesto.

La medalla era brillante, pero pequeña.

Su superficie me concedió el derecho a ver mi reflejo sobre ella.

Casi pierdo el aliento.

Mis ojos, eran… rojos. Como los de Lucien y Amethyst pero, los míos eran mucho más brillantes, vivos y hermosos.

Irradiaba poder, podía sentirlo.

De repente, sobre mi rostro cayo un cabello que se había escapado del agarre de la cinta de seda blanca. Me impresione al encontrarlo rojo y sin un rastro del dorado que solía poseer.

-no puedo creerlo- dije inconscientemente mientras sostenía mi pelo de un lado de mi cuello para poder verlo mejor.

-Sophie…- Adam me miraba y comenzó a señalarme discretamente los tres ángeles que tenia detrás.

Comprendí que esto era lo que había logrado después de fusionarme con Lucien y Amethyst: con el quinto elemento.

Por lo tanto… yo le había roto la nariz a Deo y había causado el miedo en los ojos de Mitz y Nith.

Casi no lo podía creer.

Me gire y enfrente a Deo que ya había empezado a ponerse en pie.

-sal del cuerpo de Bret- le espete.

El me miro con ojos divididos por las decisiones que pasaban por su mente.

Tal vez en un último intento de hacer algo por salvar su vida, deslizó sus manos rápidamente hacia el cinturón dorado que rodeaba su pantalón, de éste extrajo la funda de una daga de tamaño descomunal. Al descubrir la daga, me quede asombrada y atontada con la luz que esta irradiaba.

-ten cuidado Sophie, ese tipo de dagas pueden matarte- dijo Adam a mis espaldas.

-no te preocupes- le dije en un intento por mostrar valentía, pero la verdad era que me encontraba aterrada. No sabía cómo pelearía.

“todo está bien Sophie, solo estira la mano y deja que nosotros hagamos el resto” una voz en mi cabeza, la voz de una niña, me habló. Pero era una voz conocida. Era Amethyst quien se dirigía a mí desde algún lugar de mi cabeza.

Confié en ellos y estire una mano con la palma mirando al techo. De repente de ella salió una especie de resplandor plateado que me encandilo por unos escasos segundos. Cuando fui capaz de acostumbrarme a la pequeña luz que mágicamente irradiaba mi mano también fui capaz de precisar una figura que se empezó a formar dentro de la luz. Era una daga, era mi daga.
La tome y apreté mi agarre alrededor de su mango. La hojilla no había dejado de irradiar el esplendor plateado que antes se encontraba en mi mano.

“déjame guiarte” dijo la voz de Lucien en mi cabeza.

Hice lo que me pidió. Me relaje y deje que él, en ese momento se convirtiera en mí.

Un rápido giro por parte de mi muñeca provoco que la daga diera toda una vuelta mientras cortaba el aire y emitía un ruido amenazador. Sabía que yo no había sido la causante, aun así me prepare para pelear.

Deo vino corriendo hacia mí con la daga en mano mientras me miraba con esas pupilas dilatadas que nunca podre olvidar.

Yo me puse en posición de ataque, sintiendo como se tensaban mis músculos y los ojos se me achinaban por la repentina descarga de adrenalina que estaba recibiendo mi corazón.

Deo levanto la daga por encima de su cabeza y trato de asestarme un golpe con ella pero solo logro dársela al aire pues yo en un parpadear me había deslizado al lugar donde él hace unos segundos se encontraba.

“Lucien controlara tus movimientos de pelea y yo la rapidez con la que se desarrollan, y también te ayudare a esquivar algunos que otros golpes” me dijo Amethyst, y en la última frase casi pude ver su rostro enfrente de mi guiñándome un ojo. Sonreí ante esa imagen y luego mire la espalda de Deo que se daba la vuelta con rapidez para enfrentarme de nuevo.

Volvió a levantar la daga en el aire, pero yo fui más rápida y me acerque a el por la espalda, esta vez le sostuve el brazo que a su vez sostenía la daga y la hice bajar hasta dejarlo estirado detrás de su espalda con la mano doblada hacia atrás. La daga hizo un sonido sordo al caer al piso.

-sal del cuerpo de Bret- volví a decirle. Esta vez él necesito un tiempo para responder, y como no le podía ver el rostro no tenía idea de lo que estaba pasando por su mente.

De repente sus brazos dejaron de forcejear conmigo, su cabeza cayó hacia adelante y cuando esta lo hizo todo su cuerpo cedió. Sentí el sordo sonido de un cuerpo caer al suelo.

Lo mire con intriga y desconfianza. Queriendo saber si el alma que descansaba en ese cuerpo era ahora el de Bret y no el de Deo.

-¿Bret?- dije mientras me acercaba. Pero el no respondía, así que me acerque aun mas esta vez para agacharme a su lado y posar mi mano en su espalda. Cuando lo hice, pensé que algo en él iba a cambiar, pero nada ocurrió.

Baje la guardia por completo. Les dije a Lucien y a Amethyst que todo estaba bien a pesar de sus constantes quejidos en mi mente.

Hice desaparecer la daga de llama plateada que todavía ardía en mi mano y luego me dedique en levantar el cuerpo de Bret para ponerlo sobre mis rodillas.

Su rostro estaba rosado y normal, no había ningún cambio, pero de repente sus ojos se abrieron de par en par y lo siguiente que ocurrió fue tan rápido que apenas pude entender sus movimientos.

Deo había tomado la daga que se le había caído y ahora la tenía sobre mi cuello mientras yo me encontraba debajo de su cuerpo aguantando todo su peso.

No podía respirar, si lo hacía sabia que el filo de la daga cortaría la piel de mi garganta.

-admito que tienes talento Charlotte, pero aun no estás lista para enfrentarme- vi como la daga la cambiaba raídamente de posición hasta ponerla encima de su cabeza.

Me mataría. Lo sabía.

Bajó sus brazos que aferraban la daga a toda velocidad para clavarse directo en mi pecho. Pero un borrón negro lo hizo caer y la daga se desvió, arrancándome un pedazo de piel del costado. Grite de dolor. Pero me enderece lo más rápido posible para ver quién me había protegido.

Adam se encontraba luchando contra Deo, sus fuerzas a penas les eran bastas para seguir, pero sabía que lo estaba haciendo por mí.

Me arrastre hasta llegar a ellos, dejando un paso de sangre detrás de mí.

Materialice mi daga de llama plateada en mi mano y luego la sostuve de modo que Deo no me viera venir.

Lo clave en su hombro antes de desvanecerme y no poder volver a abrir los ojos. No sabía si había funcionado pero sabía que lo había derribado y para mí bastaba, con tal y no siguiera haciéndole daño a Adam.

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