martes, 28 de diciembre de 2010

alysa moyberd

holaa! aqui les traigo un relato que me quedo un poco mmmm no se como decirlo, inconcluso. y... no se si les guste pero lo monto para rellenar un poco el vacio que esta comenzando a dejar el quinto capi de secrest of a lost guardian. lo ciento mucho. y espero que lo disfruten.



Un dia de invierno, el sol se encontraba escondido entre unas espesas nubes grises. Las calles mantenían un color sombrio y las personas como siempre, no tenían mas nada que hacer mas que vagar por esta avenida. Amargándose la vida mientras reclamaban maldiciones.
Una de esas personas era yo, Alysa Moyberd. Si… es el apellido mas raro que se podrán encontrar pero si quieren saber mi historia, no le pueden temer a las extrañas cosas.
Arrastraba los pies, desgastando el calzado de mis botas. Tenia las manos hundidas en mi abrigo forrado con parches de colores desgastados y mal olientes, el cabello lo llevaba amarrado en una cola alta, resaltando mis rizos castaños perfectamente hechos. Era lo único que admiraba de mi cuerpo, era lo único que me pertencia pues lo demás… digamos que era la imagen exacta de mis padres. Me enfermaba decir esas palabras, incluso me enfermaba pensar en ellos.
Un golpe en mi hombro me desconcentro, trayéndome de nuevo a la realidad. Había chocado contra un hombre alto de hombros caidos y cabellos pintados de amarillo, algo desagradable cuando se combinaban esos colores con su piel tostada.
-disculpe- dije en voz fría. Sabia como tratar a los de aquí. Solo no les miraba y seguía con mi camino.
El hombre no se molesto en responderme, pero si clavo su mirada en mi, haciéndome sentir un escalofrio por todo mi cuerpo.
Segui caminando un poco nerviosa por esa mirada que todavía sentía en mis espaldas. Rogaba para mis adentros que olvidara lo que había pasado y siguiera con lo que sea que estubiese haciendo. Pero creo que mis suplicas me fallaron de nuevo, ya no estaba sorprendida, la mayoría de las veces era asi. Sufriendo y cayendole mal a la gente, no hacia mas que sentir el dolor de una vida solitaria.
-hey amiga- escuche mientras unas fuertes manos sostenían mi brazo haciéndome girar para enfrentarme a su rostro de nuevo.
-¿Qué quieres?- dije soltándome de un tiron de su agarre.
El hombre se encontraba molesto, se le notaba en sus agudas facciones. Se aproximo un poco mas hacia mi, obligándome a dar unos pasitos atrás. Estiro la mano para alcanzar mi cara y asi sostenerla entre sus dedos. Intente soltarme un poco molesta por la situación pero ya era muy tarde.
El tipo me había arrastrado contra la pared, todavía manteniendo mi cara apresada en sus manos.
-sueltame- farfullé.
-asi que tenemos una chica valiente por aquí- su cabeza se movio a ambos lados permitiéndome entender que se encontraba apreciando mi figura por lo menos lo intentaba, pues ese horrible abrigo no dejaba nada que ver.
-tengo que serlo, cuando hay patanes en la calle como tu- le dije al instante que sacaba valor y le pegaba una patada muy fuerte en sus partes intimas.
Me quede con una sonrisa en el rostro al percibir su mano aflojarse alrededor de mi y dadondome la completa libertad para huir. Pero antes pude ver como se lanzaba al suelo gritando como una niña en problemas.
Corri lo mas rápido que pude por la acera mojada, sin miedo a resbalarme o a hacerme daño, pues sabia que si me detenia, tendría graves problemas.
Llegue a mi edifcio, uno con una fachada desastrosa pero que no era tan malo una vez que lo conocias. Solo hay que darle oportunidad a las cosas para que se acostumbren a ti.
Corri a las escaleras y no me detuve hasta llegar a mi puerta, apartamento numero trescientos diez. Cerre la puerta con los innumerables seguros que le había instalado un tiempo atrás y luego corri nuevamente hacia mi cuarto donde tumbe mi cuerpo cansado en la tibia cama.
No recuerdo haberme quedado dormida, solo recuerdo estar soñando en el mismo momento en que hice contacto con la cama.
Soñé con una cerradura, un hombre… igual al que me había encontrado, intentaba abrir esa cerradura. La estaba forzando. Unos números se tambalearon en el sueño y luego me di cuenta como se leían perfectamente los números tres, uno y cero… sono un clic, y la puerta se abrió, provocando un leve chirriar en la madera y en las visagras descompuestas.
Me levante de golpe. Me encontraba sudando y con la cara llena de lagrimas.
-un sueño- me dije aliviada.
Me levante, me di cuenta que aun era de noche pero serian no mas que las tres de la mañana. Fui a la cocina, y me servi un vaso de agua con galletas ranceas. Hice una mueca al probar la anormal combinación.
Me detuve en seco al escuchar unos ruido en el baño.
Fui en silencio en dirección a el area donde guardaba los bates de beisbol para este tipo de situaciones, agarre uno de hierro muy pesado.
Me acerque a el baño, el único que había y luego me pegue contra la pared, esperando que saliera. Pero nunca fue asi.
Planee nuevamente mi ataque, y asi saltando enfrente de la puerta con el bate sobre mi cabeza me di cuenta que me estaba volviendo loca, porque no había nadie ahí.
Me tome la frente con pesadez, mientras soltaba el bate. Yo y mis preocupaciones, eso era lo malo de vivir en constante peligro, bueno eso y… todo lo demás.
Estaba apunto de devolverme a buscar mi corta cena cuando unas manos fuertes me aparisionan la cintura.
Chille como una loca, esperando a que un vecino me oyera, pero ni uno se atrevió a salir.
-maldicion- dije cuando sentí una cuerda alrededor de mi cuello. Me quede tan quieta como pude hasta que oi esa apestosa voz denuevo.
-te ves muy bien durmiendo, princesa- paso un dedo por mis hombros haciéndome sentir incomoda. –ahora podras dormir todo lo que tu quieras!- grito en mi oído, al tiempo que apretaba mas la cuerda en mi cuello.
Me sofocaba, los pulmones no me respondían y estaba a punto de desmayarme cuando una voz interrumpió a mi agresor.
-dejala en paz Ronald-
-no te metas, wilfred- dijo mirando en dirección a wilfred –ella tiene que pagar por lo que hizo-
-porfavor Ronald, sabes que te encanta la idea de que una chica te haya desafiado. Mas bien deberías estar orgulloso por haberte topado con alguien asi-
La cuerda se aflojo aun mas mientras Ronald seguía pensando en esas ultimas palabras.
-tienes razón- dijo mientras oia como tomaba el bate de hierro del piso y lo ponía a un lado de su cuerpo mientras que con el otro, volteaba mi cuerpo en dirección al tal wilfred. Este también tenia las facciones duras, era un mastodonte de unos ochenta kilogramos que daba mucho miedo.
Me di cuenta en ese momento que llevaba un tatuaje con la figura de una flor atravesada por varias dagas negras a la altura del cuello. Mire a Ronald y este también traia la misma figura. Genial, me había involucrado con una pandilla.
-llevemosla con nosotros- dijo wilfred después de haberme dado una larga mirada para luego desaparecer por el oscuro pasillo.
No me había dado cuenta que para ese momento traia una camiseta blanca con unos chorts de algodón también blancos.
-muestrame donde guardas tus cosas princesa-
Lo guie hasta mi cuarto donde le mostre la ubicación de mi closet.
-no tienes mucha ropa pero…- saco un vestido negro que llegaba hasta los muslos. Solo me lo había llegado a poner una vez y ese momento no era digno de ser recordado. Odiaba ese vestido, pero sabia que me lo haría poner.
Me lo lanzo y yo lo atrape en el aire. Ronald se había lanzado en mi cama y ahora se encontraba mirándome con los brazos detrás de su cabeza.
Voltee mi cuerpo y… escuche ese típico sonido que siempre seria capaz de reconocer. Había soltado el seguro de un arma.
-no lo hagas difícil mi vida- puse una cara de asco ante tal expresion y luego me voltee nuevamente.
Primero me desamarre el pelo, para que callera libre tapando mi pecho. Me quite la camiseta y la deje tirada en el suelo con un leve suspiro. Note como Ronald se sentaba en mi cama y se acercaba un poco mas hacia mi. En respuesta, retrocedi unos pasos. Me quite los shorts lanzándolos por ahí, y luego casi al instante, me pase el vestido por la cabeza. Lo arregle un poco para que quedara presentable.
-lindo espectáculo- ronald se había levantado y ahora se encontraba tomando mi cintura mientras me miraba con esos ojos negros mayores que yo con por lo menos veinte años.
Me iba a besar cuando le voltee la cara.
-no hagamos esperar a wilfred- me escabulli esperando a que funcionara, y esta vez la suerte me sonrio. Ronald se había reido por lo bajo y luego tomandome la mano me condujo al piso de abajo, donde me arratro hacia un auto negro y medio dañado.
Vi mi edificio, mi calle y esa avenida desaparecer, para dar lugar a una nueva vista. La vista que ocuparía mi nuevo panorama hasta el dia en que alguien me rescatara. Lastima que no estoy en un cuento de hadas.

1 comentario:

  1. buenas!! encantada!!! antes de todo decir que ya me lleve tu link y te afilie espero que tu me kieras afiliar jejej me encanta como escribes acabas de conseguir una nueva seguidora!!!!
    http://elrenacerdelaoscuridad.blogspot.com/ te invito a leer mi historia espero tus comentarios con ansia y que escribas y me avises!!

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